LIBRE ALBEDRIO EN TIEMPOS DE CRISIS

Quizás no habría podido escribir este post en la primera semana de cuarentena. Quizás para tí hubiese sido agresivo de mi parte escribirlo. Quizás aún no es el momento de plantar aquí reflexiones a la luz de la neurobiología cuando tenemos los hospitales en Madrid colapsados y no nos caben más muertos en nuestra imaginación. Quizás es una locura hablar de libre albedrío cuando tú cerebro y el mío están funcionando en modo supervivencia. Quizás es un desafío pensar cuando pensar puede ser visto como un acto poco solidario. Quizás utilizar la palabra libre es una paradoja cuando nunca antes nuestra libertad había estado tan neutralizada.

Nuestra vida está generada por nuestro cerebro y es, por lo que sabemos, vida mental. Lo que pensamos, lo que sentimos, solo son procesos mentales que interaccionan con el entorno y entonces se convierten en parte física de nuestras neuronas. Todos los procesos mentales son fruto del cerebro.

Si entendemos un poco el software del cerebro tal vez podamos dedicar unos minutos al día a tomar distancia y observar cual es la historia de todo este caos que te cuenta tu cerebro. Necesitamos abstraernos y llevarlo a la capa del cerebro donde poder pensar. De momento hemos estado procesando a través de nuestro cerebro reptiliano. Es decir en estado de shock en donde estamos alertas.

Estas primeras semanas he tenido más conversaciones que nunca. Y me noto y noto que hemos vivido y seguimos viviendo un profundo espanto. Solo tenemos el recurso del miedo que se expresa en el entorno inmediato como frustración y rabia. Nada sofisticado. Hemos estado operando en un modo básico, muy natural como respuesta al trauma.  Y aquí cobra sentido pertenecer. Nunca antes hemos sentido que hay que estar lo más cerca del centro de lo que consideramos nuestra manada. Suelo utilizar la palabra “membering” (ser miembro). También he observado que nos cuesta concentrarnos a pesar de tener mucho tiempo y me he observado incapaz de sentir emociones. Quizás porque la situación es tan nueva que mi cerebro no puede compararla ni interpretarla para encontrar un parecido con algo de mis vivencias del pasado.

De bebés venimos ya con un software social:  Pertenecer (primer principio sistémico) como condición para sobrevivir y estar preparado para el intercambio (tercer principio sistémico) donde este sea de alguna forma este sea justo o reciproco. Gazzaniga nos lo ilustra con una metáfora: “Cuando compramos un nuevo ordenador, no hay casi nada en él, por lo que no resulta demasiado interesante. Eso sí, tiene mucha potencialidad, aunque no podemos sacarle partido porque aún no hemos instalado ningún programa. Ahora bien, cuando comienzas a introducir software, todas tus experiencias, vivencias, información, interpretaciones… la cosa cambia y ese ordenador se vuelve realmente interesante, porque va a poder controlar las respuestas futuras. Y eso son experiencias vitales y esas experiencias vitales son importantísimas y tienen que ver con una arquitectura fundamental que establece el ordenador”.

Ahora bien, de qué manera cada persona desarrolla esas capacidades tiene que ver con el entorno en que vive, la cultura, sus experiencias… con un montón de cosas. Lo podemos llamar orden (segundo principio sistémico) social. La función esencial de nuestro cerebro es tomar decisiones para sobrevivir. Es un órgano especializado en hacer elecciones. Y podríamos ir un poco más allá y afirmar que es un órgano que toma decisiones para realizar acciones.

Ante la incertidumbre del caos por el coronavirus quizás algunos podamos desafiar el membering abstrayéndonos un poco. Y con este abstraerme quizás pueda hacer que mi cerebro complete el circuito pasando del reptiliano (en el cual pertenecer es clave y el miedo es el cohesionador social natural), al límbico (explorar qué emociones puedo transitar, especialmente la tristeza que para mí es difícil), para llegar al norcórtex y extraer conceptos nuevos. El ejercicio de abstracción es un ejercicio de liderazgo. Es un compromiso desafiante pues hace que yo y tú vayamos a la membrana. Lo que se denomina membring. Es decir, comenzar algunos momentos del día a movernos del membering al membring. De ser miembro a ser membrana. Puede ser un ejercicio que tiene el coste de la soledad y la incomprensión.

Cito nuevamente a Gazzaniga: “El hemisferio derecho del cerebro procesa los datos procedentes de la parte izquierda. Y el hemisferio izquierdo, los de la parte derecha. Además, cada uno se especializa en una cosa; así, el izquierdo se encarga del lenguaje, del comportamiento inteligente. Es la parte izquierda del cerebro la que se cuida de tratar de hallar orden en el caos, de que todas las piezas de una historia encajen, de ponerlas en contexto. Es como si su función fuera realizar hipótesis acerca de la estructura del mundo aun cuando no exista patrón alguno. De ahí que a este hemisferio izquierdo lo llame «el intérprete». Es un sistema muy ocupado. Incluso está activado en la esfera emocional, intenta buscar explicaciones a los cambios de humor. Es lo que hace el cerebro todo el día. Recoge información de sus diferentes áreas y del entorno y las sintetiza en una historia. Los hechos están bien pero no son necesarios, porque el hemisferio izquierdo improvisa el resto”.

Las personas somos responsables de nuestras acciones, no nuestro cerebro. La responsabilidad procede de las reglas sociales que establecemos. Aún nos queda el libre albedrío en situaciones de crisis. Pensar, abstraerse en estos momentos puede significar una transgresión social. Ir del membering al membring es un ejercicio que podemos hacer algunos minutos al día. Aunque seamos máquinas finamente ajustadas (el cerebro) y tengamos la capacidad de inventar historias para dar coherencia a los hechos y demás, creo que somos responsables porque esa es la naturaleza del intercambio social. Podemos aprender a regular y modular nuestras emociones. Son muy importantes, nos predisponen continuamente ante las distintas situaciones. Nos motivan para que hagamos algo, o nos desmotivan para que abandonemos. Nos predisponen e influencian nuestro estado de ánimo, nuestro carácter, las decisiones que tomamos… y con todo eso el “intérprete” (hemisferio izquierdo) de nuestras mentes construye una teoría acerca de quiénes somos. Quién soy yo, quién eres tú, quiénes son los que están a mi alrededor. Cuento contigo, quizás cuando volvamos ahí afuera estemos más preparados para liderar y acompañar el proceso de reconstrucción.