Contradicción vs oposición
Me gusta mucho este símbolo de tráfico, cuando existe un puente que solo tiene un carril, y es necesario que alguno de los dos coches deba CEDER para que el otro pase. Un puente estrecho es una CONTRADICCIÓN, pero si los choferes quieren llevarse su punto ninguno de los pasa y estaremos en una OPOSICIÓN del tipo tú o yo. Por lo general, nos oponemos por “heridas” anteriores que nada tienen que ver con la situación de contradicción a la que nos enfrentamos.
La creatividad en el mundo surge de contradicciones, yo digo, tú dices, es decir el otro, la otra contradice. Así surge la hipótesis, la tesis y la síntesis. Requiere de un proceso de escucha, de apertura, de abrirme a otra posibilidad que no sea la de “tener prioridad” en el carril de la carretera por donde viajo con mi coche (es decir con mi historia y mi imagen de futuro), para llegar a una síntesis.
La oposición se instala cuando aparece el tú o yo, lo tuyo o lo mío, y la amígdala responsable de la valoración emocional de una situación nos “secuestra” y ya no permite que se ilumine el neocórtex en nuestro cerebro. Esto es humano. Y la única forma de suavizar o control el “caballo desbocado” de nuestra emocionalidad es aprender a conocer cuando una situación de contradicción nos está llevando a un evento de nuestra historia personal que no tenemos resuelto.
Funciones y personas
Por regla general la cadena de valor en una organización o en el entorno laboral tienen una lógica de complementaridad, de continuidad. Una sigue a la otra. Algunas veces existen contradicciones que provienen de la estrategia y de que los recursos siempre son escasos y se necesita priorizar. Ahora, ¿Porqué las personas en lugar de abordar la contradicción, nos llevamos, lo que debería ser una di-alogo a un monólogo interno de gran intensidad emocional? Di-alogo interno que nos deja más preparados para atacar y defendernos que para encontrar un lugar común, que conduzca a una solución parcial. La respuesta está en:
- Una falta de “domesticar” nuestras emociones cuando aparece la contradicción, y nos lo llevamos al campo personal. Así tenemos que existen departamentos que no se hablan por enfrentamientos personales, cuando en realidad están ejecutando funciones complementarias.
- Una falta clara de establecer un PARA QUÉ mayor que el de los objetivos de cada departamento. De esta forma, el timing o requerimientos de un departamento no se toma como un “reclamo” personal, sino como una necesidad del conjunto.
- Una programación mental que tenemos de que las cosas deben ser 100% como las planteamos. Por lo general, es más lo que compartimos que lo que nos divide o separa. Sin embargo, tomamos el pequeño porcentaje como una afrenta personal.
- Nos identificamos demasiado con lo que hacemos en lugar de lo que somos o de lo que se espera de la función y responsabilidad que tenemos alrededor de una situación. Si soy médico, cualquier opinión sobre el sistema de salud lo tomamos como una crítica personal.
La verdad es un lugar intermedio
La verdad es una acuerdo personal o científico, pero siempre un acuerdo. La verdad cambia de bando con tanta facilidad que deberíamos tomarnos a nosotros mismos con un poco más de humor.
Nuestro cerebro es poco confiable. Muchas veces me veo a mí mismo defendiendo percepciones erróneas de mi cerebro. De esto está lleno el cine, de historias con un final inesperado pues no hemos considerado elementos que al incluirse cambian con notoriedad toda la historia que venía generando nuestro cerebro.
Un buen director, un buen guión es aquel que nos sorprende, que genera una incertidumbre pues no conocemos la respuesta. ¿No seria pues adecuado, asistir a una conversación como si fuera una peli? Anticipamos el final, y si este no ocurre, nos quedamos no solamente con cara de tontos, sino que buscamos un culpable de que no haya sucedido como nuestro cerebro lo había proyectado.
Somos más que nuestro cerebro, mucho más que nuestro diálogo emocional interno. Un poco de humor y de curiosidad son básicas para abordar este mundo y este momento de la historia tan cambiante. Desde que dejo de buscar tener la razón, a veces percibo que puedo estar más cerca de mis interlocutores, de mis contradictores, y dejarme sorprender con un posible final que no imaginaba. Nuevamente, inclinarme con humildad es un buen ingrediente, pues mi cerebro y mi observador interno no son tan consistentes. Tener la razón me ha generado excluir varias personas de mi vida. He terminado empobrecido pues lo he llevado a la oposición en lugar de abrazar con apertura la contradicción. Registrar un desacuerdo, ya es un acuerdo y preserva el vínculo y la relación.
Que belleza, lo que dices