Las personas necesitamos relatos épicos de nuestra propia historia.
Los humanos necesitamos relatos épicos. Desde niños hacemos más grande lo acontecido y buscamos ocupar un lugar especial, extraordinario dentro del relato, un lugar “heróico” o como mínimo especial en la historia que narramos. Otras veces, narramos la historia épicamente, de tal forma que ser uno de los participantes nos hace más protagonistas. De alguna forma lo seguimos haciendo en redes sociales y en las fotos que enviamos a los amigos cuando viajamos. Buscamos inconscientemente nuestra mejor versión. ¿Cómo acompañar esta natural tendencia humana sin “matar la pasión” del relato del otro?
No matar el entusiasmo
Recuerdo una frase de mi maestro Shyam-ji de hace muchos años: “Do not kill enthusiasm”. Como escuchante, tengo una parte mía, que por mi entrenamiento de economista y por mi preferencia por los datos (y también porque tengo una voz que me dice que soy más inteligente que la media -sic-), tiendo a convertirme en un “spoiler” de los relatos de otros cuando se suben mucho a la parra. Sin embargo, ¿Acaso, no es mi función de coach, buscar que mis clientes logren una mejor versión de sí mismos? ¿No es acaso, que para superar el miedo necesitemos sentirnos más grandes, para no paralizarnos?
Apreciar el respeto
Respeto viene de RE-ESPECTARE, volver a ser espectador. Es decir darme, darle la oportunidad al otro de contar su historia en una nueva versión. A veces siento que las personas giramos alrededor de unas pocas historias. Lo que cambia es que con los años vamos poniendo el acento, la tilde, en lugares nuevos. Y eso me parece últimamente muy interesante. ¿Acaso el coaching no es un cambio de narrativa de una misma historia? ¿Acaso, no es un nuevo lugar de la narradora, del narrador?
Las reuniones de mis amigos siguen siendo una liturgia repetida, donde nos volvemos a contar las mismas historias y recordamos los buenos momentos pasados juntos, como si recordáramos que nos mantienen unidos esos instantes que volvemos una y otra vez a hacer mágicos. Al igual que las religiones, que repiten una y otra vez la misma historia del relato épico de profetas y dioses. Creo que los relatos épicos son los que hacen de alguna forma conectemos con la divinidad.
Entrenar el silencio
Algunas veces, en medio de una conversación, me veo diciendo: “A mí también……”, o interrumpo contando una historia similar que haya vivido. Resultado: Termino robando el lugar de protagonista a quien me estaba narrando su historia. Quizás por eso, el silencio, y la escucha con respeto siguen siendo un objetivo, casi como el ir al gym; para estar disponible para el relato épico de la otra, del otro.
No sé de quién es la frase, “la música está entre las notas”. Generar espacio entre las frases hace más rica y comprensible una historia. Aprender a observar cuando se nos dispara la necesidad del protagonista, cuando el turno de la narración es de otro, facilitaría montones nuestra comunicación. En mi familia, solemos tener hasta tres conversaciones cruzadas en la mesa del comedor. Es un zapping desordenado que hasta tiene su gracia. Sin embargo, tiende a dejarnos agotados. Quizás conversamos como lo hemos hecho siempre en la mesa de casa. Recuperar la curiosidad por la forma como esta vez me narrarán la misma historia es un lugar fresco y menos aburrido, en mi caso.
Estar abierto a la curiosidad, escuchar en silencio, volver a preguntar por la historia, promover el relato épico del otro, no robar el protagonismo en la narración, quizás sea el gran regalo en estos días de sobreestimulación de información.
Gracias